La composición del universo es bastante simple. La mayor parte de la materia está en forma de hidrógeno, que es el elemento químico más común en la naturaleza. No es casualidad que las estrellas, que son los bloques de construcción fundamentales del universo, estén compuestas en gran parte de hidrógeno. Este último representa el 73,9% en masa de toda nuestra galaxia. Significa que si tomáramos 1 millón de kg de…galaxia, 739.000 serían hidrógeno. Siguiendo con esta analogía, tendríamos 240.000 kg de helio en nuestra muestra, el segundo elemento más común (24%). Por lo tanto, el hidrógeno y el helio juntos constituyen casi el 98% de la masa de todo el universo visible. Le siguen el oxígeno (0,104 %), el carbono (0,046 %), el neón (0,013), el hierro (0,011), el nitrógeno (0,009), el silicio (0,007), el magnesio (0,006) y el azufre (0,004). Todos los demás elementos están presentes en un grado aún menor.
Por otro lado, el actual modelo del Universo, que es aceptado hoy en día por la mayoría de instituciones científicas, se cree que el 70 por ciento pertenece a energía oscura, el 25 por ciento a materia oscura, y apenas un 5 por ciento a materia normal. Es esta cantidad la que correspondiente a materia conocida -o materia ordinaria-.
Esta materia es la que conforman las estrellas, nebulosas y nosotros mismos (efectivamente, los humanos). También es conocida con el nombre de materia bariónica, y consistiría el elemento “tierra”.
Los diferentes tipos de materia y de energía
Así, el “aire” del cosmos es la materia oscura caliente, que consisten en partículas de masa muy pequeña que se muevan a velocidades cercanas a la de la luz. Un buen ejemplo es el neutrino, una partícula de una masa tan, tan pequeña, que interacciona poco con la materia.
Por otro lado nos encontramos con la materia oscura fría, que formarían el “agua” cósmica, consistiendo en partículas subatómicas exóticas, verdaderamente masivas, que se formaron durante la Gran Explosión. Son también conocidas bajo el nombre de ‘WIMP’, y se trata de unas partículas hipotéticas que podrían explicar el problema de la materia oscura.
Sin embargo, como ya se descubrió en el año 1998, y posteriormente gracias al observatorio de rayos X de la ESA, el XMM-Newton, se encontraron diferencias desconcertantes entre la acumulación de galaxias de hoy en día, y los existentes en el Universo hace unos siete mil millones de años.
Así, algunos científicos interpretaron hace ya algunas décadas que esto significa que la conocida como energía oscura, simplemente no existiría como tal, constituyéndose más bien como una especie de energía o fenómeno, en lugar de materia. Está representada por la constante cosmológica, y se estima que las dos terceras partes del universo podrían estar hechas de este material.
Las diferentes simulaciones numéricas llevadas a cabo ayudaron a predecir que el resto de la materia conocida, ordinaria o normal debe estar ubicado en las estructuras a gran escala que forman la enorme “red cósmica”, y que tienen temperaturas de entre 100.000 a 10 millones de grados.
Cuando esta matera se derrumba, y posteriormente se enfría, las galaxias acaban por formarse. Pero antes es necesario entender cómo se origina esta formación. Debemos tener en cuenta que la materia ordinaria que no percibimos es conocida con el nombre de “bariones perdidos”, y para descubrirlo, los científicos se guiaron del ‘Abell 2744’, que consiste en una acumulación masiva de galaxias que poseen una distribución compleja de materia oscura y luminosa en su parte central.
Por otro lado nos encontramos con la citada materia oscura, que fue observada por primera vez por parte de los científicos en el año 1974, gracias a las primeras investigaciones de la astrónoma de origen estadounidense Vera Rubin. Esta estudiosa notó que las estrellas que orbitaban alrededor de los conocidos como agujeros negros en el centro de las galaxias, y en forma de espiral como ocurre con la nuestra, lo hacen siempre a la misma velocidad, de manera independiente de la distancia a la que se encuentran del centro.
No obstante, no ocurre lo mismo en sistemas comparables como nuestro Sistema Solar. En él, la velocidad de los planetas atrapados por la gravedad de la órbita solar se ralentiza cuanto más lejos se encuentra de la estrella.
Aunque son todo hipótesis, en el año 2003 la NASA compartió el que se convertiría en el primer mapa detallado del cielo de la radiación cósmica de fondo. Lo que vendría a ser el “eco” de lo que fue en su momento la Gran Explosión.
Estos datos fueron recogidos por la sonda Wilkinson Microwave Anisotropy Probe (WMAP), y se convirtió en el “modelo de concordancia” del universo. Eso sí, los científicos, por el momento, tienen pocas ideas acerca de lo que está hecho el 95 por ciento del universo.